
Se secó la boca con la mano y comprobó en el espejo que no le quedase ningún resto de vómito en el pelo. El espejo le devolvió la mirada de una chica alta, desgarbada y con la cara pálida; las pecas de empollona que tanto odiaba se esparcían por sus mejillas debajo de la montura de las gafas. El pelo rubio rojizo le caía lacio sobre los hombros delgados, cubiertos por una sosa camiseta gris con el logo de Microsoft cosido delante. <>
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